POETAS PERUANAS (ANTOLOGIA)
Los años 80 fueron años crueles. Jean Michel Basquiat se suicidaba, Luis Hernández se convertía en un mito. Elvira Hernández escribía La bandera de Chile, en una edición mimeografiada, y era censurada por la dictadura pinochetista. Arturo Carrera escribía Arturo y yo y volvía la democracia. O. Lamborghini moría en Barcelona. Contemporáneas de un mundo agitado, un grupo de jóvenes y brillantes escritoras peruanas escribían obras fundamentales. Muy poco difundidas en su momento, por las consabidas condiciones de la época. Ser escritora y mujer en Perú -una sociedad machista y clasista, que hacía imposible una apertura mental y sometía, desvalorizaba y genera violencia extrema y sostenida- no fue para nada una tarea sencilla. Imponerse precisamente a esas condiciones sociales y escribir, pensar y vivir sobre todo, casi me atrevería a decir que era una tarea de vida o muerte. Por esto y la genialidad de su propuesta artística es que hoy Carmen Ollé, Giovanna Pollarelo, Rocío Silva Santisteban, y otras escritoras recopiladas en esta antología son imprescindibles y referentes de toda una generación. Allá por los primeros años de la década del 2000 cuando publicamos a estas escritoras, casi no las conocíamos, y fue un verdadero descubrimiento. Fue tanto el impacto que nos produjo esta poesía que, gracias a Cristian Di Napoli, comenzamos a investigar, buscar poemas en revistas, encontrar milagrosamente un libro: Noches de adrenalina, de Carmen Ollé, editada por Jose Luis Mangieri, un dossier en el Diario de Poesía, donde conocimos a Rocio Silva Santiesteban, Mariela Dreyfus, Giovanna Pollarolo y otras, aumentó nuestro entusiasmo.
Un grupo de jóvenes y brillantes escritoras peruanas escribían obras fundamentales. Muy poco difundidas, con ediciones mínimas de sus libros, con el rechazo social siempre inminente, pese a todo la poesía verdadera estaba allí. A los ojos del Dios Hoy, las condiciones de esa época eran un espanto: ser escritora y ser mujer en el Perú -una sociedad machista y clasista, atravesada por una violencia extrema y el odio permanente al «cholo», desvalorizaba, menospreciaba el pensamiento diferente- fue una tarea de vida o muerte. Se necesitaba un valor extremo para imponerse a esas condiciones sociales y escribir, pensar, estudiar y vivir sobretodo. La genialidad de la propuesta artística fue contagiosa hasta nuestros días.