LA VI MUTAR
Un espacio precioso/ preciso como la infancia, sus voces, sus texturas, se vuelven un entramado complejo, como una red de significados imposibles de ser narratividad. De alguna manera, es un espacio no espacio, cercado por la emotividad del mundo perdido. Un lugar inhóspito se vuelve historia, y Rodríguez Simón lo logra con una consolidada prosa y una particularidad de voces que permite entrar en aquél viejo relato. Doble movimiento: recobrar lo perdido y encontrar un punto donde lo narrativo entiende su propio peso. La vi mutar propone una búsqueda de lo perdido, una búsqueda de lo terrestre. El oficio del escritor se ve de pleno en la preponderancia de lo pequeño: las manos en la tierra para encontrar la raíz; la raíz, el nervio de la historia. El acierto: el mundo posible, el mundo perdido, se nos acerca en un ritual extraño. Los hilos de la historia aterran a sus personajes y aterran al lector. Logra el efecto: el miedo. Mérito no menor. Natalia Rodríguez Simón, a mi entender, es una de las pocas escritoras que produce miedo. Eso la vuelve de un valor incalculable para nuestra literatura actual.
Nicolás Correa