DOQUIER
Durante los últimos meses de un siglo que podría ser el XVIII, en una ciudad junto a un río, una herboristería cuida la salud de sus conciudadanos, al tiempo que, como la jabonería de Vieytes, se constituye en punto neurálgico del chisme citadino. Quien la preside rememora vida y amores desde
la aparente postración en un sillón. Su gato-gata, los jóvenes Raimundo y Crocetta, pero también Elodia y Casiano, todo en esta novela magistral tematiza la convicción profunda de que si está vivo, muta.
Enseñoreada de su oficio, brillante en la construcción y la prosa, Angélica Gorodischer devela las capas de la trama de Doquier como se pela una cebolla: con paciencia.
Ricardo Piglia, en el prólogo a Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos, ungió una santa trilogía de novelas que a diferencia de otras novelas que se detienen en la minuciosa reconstrucción de época, estos libros buscan sobre todo definir una voz y una entonación. La puso junto a Zama, de Antonio Di Benedetto y a El entenado, de Juan José Saer. En este mismo altar, si me permiten, voy a poner Doquier, de Angélica Gorodischer. Selva Almada