CHEJOV EN LA NIEVE
La noche del estreno y rotundo fracaso de La gaviota, un Chéjov tísico y desolado se pierde por las callecitas de San Petersburgo, ?sitio ideal para las tempestades, el fracaso, la cultura, el amor, la maledicencia y la gloria inmortal?. Casi al llegar al Río Neva, encuentra un hombre que le habla efusivamente de los enamorados -?¡Chéjov! ¡Ah, los enamorados! ¡Qué pesados somos! No sólo contraemos una especie de enfermedad. La representamos. ¡Cuánta convicción para el exceso!?-, mientras intenta un diálogo vano con su amante, quien desde el otro lado de la orilla, en una letanía amorosa, le pide que cruce a nado. El Señor se presenta como un personaje de novela y le señala caminos signados por un mapa literario que va de las literaturas bosnias hasta las eslavas, pasando incluso por las turcas.
Ricardo Rojas Ayrala construye una pieza donde el protagonista, el mismísimo Anton Chéjov, es interpelado por el autor, quien dialoga a su vez con el corrector, la diagramadora, e incluso con el propio lector. Dicho autor -también personaje principal de esta historia- se dirige a Chéjov a lo largo de toda su obra, convirtiendo al lector en espectador -y hasta partícipe- de un entramado que avanza con la convicción de la nieve. Y es que Rojas Ayrala presenta, fiel a su protagonista, una trama atenta a la atmósfera que nos adentra con precisión y elegancia en una Rusia zarista donde la nieve cae inexorable: ?Una nieve polifónica empecinada en ciertos gestos silenciosos, infinitos, y en los duelos mudos desmedidos?.